El trío con Chez Elodie la peluquera y Myriam la camarera del café que tomamos como juguete sexual terminó en un triple orgasmo, y cada uno se retiró a un merecido descanso.
Llegué al apartamento, no me ducho, quiero quedarme con todos los olores de nuestras payasadas, Me desvisto, no puedo evitar acariciarme, a lo largo de mis piernas, me encanta sentir el chirrido de mis medias luego me pongo a mi coño. Me había quedado la tanga de Myriam que no tuvo tiempo de secarse porque me mojé en ella. Me gusta tirar del vello de mi coño para abrir mi cueva y observar mi clítoris entre mis labios abiertos. Esta noche soy insaciable, quiero masturbarme y después de unos minutos de aplastar este clítoris de placer, entro en un orgasmo violento que me tumba en la cama.
Después de una buena noche de descanso "¡¡del guerrero!!", es sábado, me doy el gusto de dormir hasta las 10 de la mañana.
Durante mi desayuno, no dejo de pensar en aquel día loco de ayer: las caricias de la peluquera, la breve visita a la zapatería, la cita con Elodie, el trío con Myriam la camarera -una zorra esa por su edad-. La tensión sube en mí a tal punto que me pregunto si no me estoy convirtiendo en una ninfómana. Descubro cuánto amo el sexo. Los cuerpos de las mujeres nunca han tenido tal efecto en mí. El clic se hizo siguiendo las caricias furtivas y luego apoyadas de esta peluquera.
Pongo en mi programa volver a la zapatería a ver si sigue la dependienta de ayer. Me visto muy sexy destacando mi pecho, mis medias y mi liguero y sin braguitas. Nunca se sabe ...
Llegada frente a la tienda, una breve mirada por la ventana no me permite ver si mi vendedora está allí. Así que entro, me detengo en la sección de las bombas mientras barre la mirada de los demás departamentos en busca de mi efímero contacto de ayer. Ella no está allí. Solo una vendedora en la caja está ocupada con un cliente. El cliente se ha ido, la vendedora camina hacia mí. Hermosa planta mi fe: de 1.80m posada sobre tacones altos, falda de cuero negra, muy corta a medio muslo que deja ver el bordado de la parte de arriba de sus medias a cada paso con un opulento pecho que expande su corpiño blanco dejando bien visible la garganta que se separa de sus pechos. Deseable esta persona! Pero dejemos mis pensamientos ahí, no es por ella que vine.
- Buenos días señora. ¿Puedo ayudarle?
- Hola, vine ayer y me aconsejó una de sus compañeras, una pequeña morena.
- Sí, fue Ana. Es mi vendedora favorita. soy su jefe Ella está libre hoy, dime qué te haría feliz. Veo que eres elegante, ¿qué buscas?
- Tú también eres elegante y tu atuendo te sienta perfecto. Aprecié mucho el consejo de su vendedora, la encontré muy gentil, por eso volví.
"Sé que le gustan los clientes como tú".
Esta frase suena extraña, es más, está respaldada por una insistente mirada cara a cara. Una mirada inquietante que acompaña con un acercamiento y un gesto en forma de caricia en la parte superior de mi muslo. No doy un paso atrás y siento surgir en mí un deseo de que empiezo a conocer. Sin preocuparse por la posible llegada de clientes, la jefa continúa con sus caricias, subiendo ostensiblemente mi falda hasta el final de mis medias e introduce su mano bajo el velo para acariciar mejor mi piel. Insidiosamente, la mano de regreso a mi coño la siento empapada en jugo de amor, pero el paseo es interrumpido por el timbre de la puerta que anuncia la entrada de un cliente. La emoción se detiene en seco.
- Hola señora, ¿qué puedo hacer por usted?
— Solo quería saber cuándo comenzaron las ventas.
- En quince días señora, pero si tiene tarjeta de fidelización, a partir de la próxima semana, haremos ventas privadas.
- Gracias, adiós señora.
Es mediodía, detrás del cliente, el dueño cierra la puerta y baja la cortina. Volviendo a mí, veo este pecho bailando con cada paso, es terriblemente emocionante.
'No dijiste nada antes. ¿No te sorprendí?
- No señora, hasta puedo decir que fue agradable.
- Llámame Anne, quizás te recuerde tu visita de ayer, me dijiste que la otra Anne era muy dulce. Cuéntame.
- Oh, no era nada, la vi rehacer la exhibición en la ventana, en cuclillas, dejó al descubierto su entrepierna y noté que no tenía bragas. Al ver mi mirada inquisitiva, cambió de opinión. Entré, nos probamos y sentí la suavidad de sus manos en mis medias hasta la falda. El contexto no le permitió ir más allá. Cuando salí de la tienda, fantaseé y hoy quería volver a verla.
- Si entiendo bien, ¿también te gustan las mujeres?
- Sí, especialmente mujeres hermosas como tú. Tu atuendo, tu pecho, tus piernas, tienes que agradar mucho tanto a mujeres como a hombres.
Después de mis palabras, Anne se me acerca, toma mi cabeza por el cabello y presiona su boca contra la mía. No puedo resistirme, aflojo los dientes, nuestras lenguas se encuentran, se unen, se desatan, nuestros labios chocan, intercambiamos nuestra saliva con pasión. Anne literalmente me lame la cara. Incluso en esta etapa, me invade una emoción sin límites y siento que mis jugos fluyen por mis muslos. No tengo más restricciones hacia este extraño. Con ambas manos, subo el pequeño cuero de su falda en la parte superior de sus muslos, revelando los cierres de su portaligas. Ella tampoco tiene bragas. Agarro los dos lóbulos de su trasero y la pego contra mí.
- Pasa a la trastienda, estaremos más cómodos. Te deseo.
Anne me precede con la falda recogida por encima de las nalgas, yo me acaricio frente al espectáculo.
La trastienda es una habitación bastante grande que no debe usarse como cobertizo. Se parece más a un gran tocador bellamente decorado en tonos rojos y ligeramente iluminado por dos hermosas lámparas Tiphanie. En el centro de la sala, una mesa de mármol en medio de la cual se coloca un imponente consolador color carne y algunos objetos como un látigo, cadenas con pinzas en los pezones, velas, bastón inglés. Al fondo de la sala, una cruz de San Andrés fijada a la pared está iluminada por un halo de luz naranja. En un rincón, descubro una máquina con una barra coronada por otro consolador negro esta vez. Un perchero reúne varios conjuntos: sirvientas con volantes bordados, ropa de látex, botas hasta el muslo, faldas de cuero... Todo esto se parece sospechosamente a una de esas mazmorras que ves en los videos porno BDSM. Un universo completamente nuevo para mí.
- Ahí está, señora.
- Puedes llamarme Claire, Anne.
- Entonces, esa es Claire, ¿cómo encuentras mi trastienda?
— Estoy impresionado, no estoy acostumbrado a ese ambiente, aunque he visto algunos videos de tales decoraciones en sitios web. La realidad es particularmente sorprendente.
- Si lo deseas, te invitaré un día a descubrir el placer extremo que se puede descubrir con todos estos objetos. Te introduciré en el mundo del bondage y el sadomasoquismo, pero hoy quiero tu cuerpo de Claire. Déjame averiguarlo. Desafortunadamente, tengo que reabrir la tienda en una hora, solo podemos permitirnos un breve placer.
- No Ana, me has excitado demasiado y soy yo quien quiere desnudarte. Quiero tus pechos, tus piernas, tu culo y sobre todo tu coñito. Déjate hacer ?
Lentamente, me acerco a mi nueva presa y empiezo a acariciar su cabello, su rostro, paso mis manos por su pecho, desabrochando uno a uno los botones de su corpiño, que arrastro hasta el suelo. Su sujetador balconette lucha por ocultar sus pezones erectos que me apresuro a sacar y chupar. Anne comienza a gemir. Desabrocho su falda y la deslizo lentamente, acariciando sus piernas. El contacto con sus medias me excita tanto que siento que un chorro de jugo de amor sale de mis entrañas nuevamente. Ella también moja a fondo, veo gotas de jugo en su abundante vellón marrón. Me agacho para enterrar mi lengua en su cavidad, abriendo sus piernas. Me encuentro con un enorme clítoris vendado como una pequeña polla. Es maravilloso, chupo la protuberancia, le hago cosquillas con la lengua,
- Llévame de vuelta Claire, estaba muy bueno, cómeme y penetra mi coño con tus dedos, varios, toda la mano, ya estoy acostumbrada.
Un verdadero barrido no tarda en desencadenar un nuevo orgasmo ruidoso:
- SÍ, SÍ me voy, sigue, ponte alto.
Pasó la tormenta, tomo las manos de Anne y las insinúo en mi corpiño para que me masturbe los senos.
— Pásame el coño a la vez, está bien empapado, lubrícame bien el culo, quiero follarme con tu dildo sobre la mesa.
Dicho esto, me acerco al objeto y sin rodeos, me introduzco en el chocho para comenzar una serie de ida y vuelta hasta el orgasmo. Annie se ha desprendido de mí y me mira, se acaricia.
Un reloj marca las 2 p.m.
- Rápido Claire, recuperémonos; Tengo que abrir la tienda. Los sábados, los clientes son desagradables si no abro a tiempo.
Anne se viste, yo arreglo mi ropa y volvemos a la tienda. No hay nadie en la puerta.
- Entonces, señora Claire, ¿está satisfecha? Querías ver a mi vendedora Anne, tienes a Anne, su jefa.
- Sí, estoy realmente feliz de haber podido disfrutar de este cuerpo que me adivinó hermoso. Acepto tu invitación para una iniciación BDSM. Nos volveremos a ver.