Esta mañana me costó despertarme, café con leche y tostadas tragadas rápido, un aseo para gatos (todavía me tomo el tiempo de ver si me han crecido los pechos de la noche a la mañana, pues no, siempre es calma plana) y beso a mi madre antes de bajar corriendo las escaleras con la esperanza de no perder el autobús, no queriendo perder el tiempo con el frío.
Vengo corriendo, el autobús apenas arranca en un estruendo de marchas, con un gesto brusco la conductora salta de la cadena y estira el brazo para subirme al andén.
Durante algún tiempo, ha habido un receptor en la línea, ha creado un gran revuelo entre los clientes habituales, a algunos les sorprende que esta joven provinciana con un maquillaje un poco extraño esté haciendo un trabajo de hombre.
La encuentro simpática, tiene treinta y tantos años y le sienta bastante bien el estricto uniforme gris. A veces hablábamos, ella quiere ser conductora. No le falta coraje, estos autobuses datan de antes de la guerra y carecen de comodidad. Pero ella sabe lo que quiere.
Saltando me pegué a ella y me resultó muy agradable que me tomara fugazmente por la cintura. Como llego tarde, todos los asientos están ocupados, pero hay poca gente en la plataforma.
Le agradezco con una sonrisa y me apoyo en la barandilla para ver pasar la calle distraída, hice bien en ponerme mi falda a cuadros de lana gruesa y un abrigo abrigado, hoy hace mucho frío.
¡Bien! ¡es el día! ella también llega tarde! Tiene entre 23 y 25 años, tiene el cabello muy negro y corto de Petula Clark para suavizar una cara que es un poco demasiado cuadrada y va cuando puede a sentarse en el asiento trasero detrás del conductor. Esta mañana tendrá que quedarse afuera.
En la parada del ayuntamiento el mundo espera y nos amontonamos como sardinas. Justo después hay un giro de 90 grados seguido de una gran subida.
Inevitablemente, todos bailan el vals y se ponen al día lo mejor que pueden. La joven me inmovilizó contra la barandilla y me dio una gran sonrisa de disculpa. Solo que, en principio en la subida ya no debería estar pegado a mí...
Continúa sonriéndome, pero puedo sentir su mano tocando mi trasero a través de mi abrigo. Esta es una situación nueva...
Realmente no es desagradable, pero aunque no soy una gallina de los huevos, con casi 19 nunca he ido más allá de la masturbación solitaria, esta mano furtiva me produce sensaciones extrañas.
No puedo alejar esta mano que busca que ha encontrado la raja en mi abrigo y me está remangando la falda debajo. La joven desconocida se dio cuenta de mi emoción, se volvió más atrevida y ahí está en mis bragas acariciando mi montículo.
Me gustaría huir pero mi parada aún está lejos y esta mano tan curiosa, bueno, me estoy empezando a amar. Estoy rojo como una peonía cuando llega a mi piel. Es como si estuviera terminando una tortura, para comenzar otra: perdiendo todo el control, abrí sus muslos para que pudiera masturbarme el coño.
La plataforma aún estaba llena, nadie notó nuestro viaje. Ella está a mi lado y me susurra:
- Tienes la piel suave, mi gatita.
Imposible de responder, las palabras no me salen y entonces tengo demasiada curiosidad por ver hasta dónde llegaremos.
Su dedo medio se ha filtrado entre mis labios esperando a abrirse. Ella se desliza sobre mi raja hasta mi clítoris. La escucho sisear con satisfacción cuando lo logra. Yo, me voy a desmayar de placer pero ella pasó la otra mano por la barandilla y su brazo me sujeta.
Debí gemir mientras disfrutaba porque me dijo “chuuuttt” riéndose, complacida consigo misma.
Ella retira su mano y después de una palmada en mi trasero baja a la siguiente parada. Ella ve partir el autobús y mecánicamente le digo adiós con la mano.
Fue realmente bueno, ¿fue la sorpresa o su habilidad?
De cualquier manera, me puso de buen humor. Sin embargo, es difícil hablar de ello con las amigas. Ni a mi madre, que sin embargo me animó a masturbarme...
Será mi secreto.
El día pasa rápido, sueño despierto ya menudo me regañan porque no soy en absoluto lo que estoy haciendo.
En la cama me cuesta conciliar el sueño, tanto trato en vano de recrear las sensaciones que ofrece esta mano… ni siquiera me doy cuenta de que es la de una mujer. ¡No importa, lo que cuenta es la diversión!
A la mañana siguiente estoy doblemente preocupada: preocupada por no verla esta mañana y temerosa de que Ella me ignore...
Pasan varios días antes de volver a verla. Incluso le pregunté al receptor si lo había visto, lo que la hizo sonreír.
Finalmente la veo haciéndole señas al conductor. Al subir tiene una vacilación al verme, pero mi sonrisa la relaja. Nos saludamos como si fuéramos viejos conocidos, bajo la mirada sardónica del empleado del autobús.
Poco a poco nos hablamos, ella rompe el hielo preguntándome si me gustó el último viaje. Mi sonrisa es mejor que una respuesta.
- Escucha, me dijo, termino todos los días a las 5 de la tarde. Si quieres podemos vernos después.
Yo también y los padres no llegamos a casa hasta las 7/7:30 p. m., entonces digo que sí y “nos vemos esta tarde”.
No hace falta decir que cuando termina el día, salgo corriendo y corro hasta su parada.
¡Flauta! No veo a nadie cuando llego. ¿Se ha ido?
No, me saluda con la mano desde un café donde se ha refugiado y se une a mí. Me besa en la mejilla y toma mi mano. Mi corazón late a 150 la hora.
- ¿A dónde vamos?
- ¿En casa, a menos que prefieras dejarlo allí?
Me muero por saber más, por supuesto.
En casa, la puerta apenas cerrada, se tira sobre mí y me besa, esta vez en la boca, su lengua me busca, me chupa la saliva, juega con la mía. Sus manos están por todas partes, veinte veces me dice que sueña conmigo desde el otro día. Puedo admitir que yo también.
Me acarició pensando en mí, yo también.
Que ella quiere saber el sabor de mi coño, eh...
Durante estas dulces confesiones, ella me desnudó por completo y se bajó la falda. Una tromba de agua me lleva a su habitación y me tira sobre la cama. En cuclillas se abre de piernas y con los ojos cerrados descubro las delicias del cunnilingus.
- Er… no me lavé después de ir al baño.
- No es gran cosa, cariño, tengo muchas ganas de comerte el coño.
Nunca nadie ha hablado tan groseramente delante de mí, me excita tanto como su lengua y su dedo. Disfruto rápido, golpe tras golpe.
Ella me engatusa, dejándome entrar en razón, exploro tímidamente su cuerpo. Tiene hermosas curvas, muslos carnosos como Louise, la amiga de mamá, cuyos muslos siempre me han parecido ideales. Son suaves… Rápidamente se quitó las bragas y, jugando, acerca mi mano a su mechón, una hermosa mata de color negro azabache, gruesa, con un triángulo impecable.
- Muéstrame cómo te masturbas.
-…
- ¡En mi coño cariño, no en el tuyo!
Me deslizo en la hermosa ranura abierta de par en par, muy mojada, con más y más confianza mientras su respiración se acelera... Me atrevo a deslizar un dedo, ella pide un segundo y luego un tercero. Ella me guía, su vientre ondula, cambia mi ritmo, siento sus jugos abundar y lubricar mis dedos.
Le gusta hacer ruido como si se estuviera ahogando y me abraza para hacerme daño.
Permanecemos entrelazados durante mucho tiempo y luego llega el momento de irme a casa.
- ¿Hasta mañana?
Hasta mañana, mismo lugar, misma hora… ¡por lo demás!