Hola señorita.
En ese momento me estremecí y por reflejo sin saber muy bien por qué respondí con un hola.
Estuve esperando en la sala de espera de la doctora Isabelle MARTIN durante una hora y me quedé dormida. La joven que viene a recogerme no es mucho mayor que yo, 20 años como máximo. Tiene una voz dulce y un rostro muy amable, una sonrisa brillante y ojos traviesos.
Me lleva al consultorio del médico, el ambiente no es para nada como en los consultorios médicos ordinarios, aquí no hay un escritorio austero y dibujos anatómicos en la pared, sino que se siente más como un departamento decorado con gusto.
Hola Sophie, ponte cómoda, llenaremos tu formulario. Esta familiaridad no me choca, frente a mí está el famoso doctor MARTÍN a quien Cathy, mi colega de trabajo, me dijo tanto, es gentil, muy amable y te tranquiliza de inmediato.
Efectivamente la corriente pasa desde la primera mirada (no es muy agradable y da mucha vergüenza acudir por primera vez a un ginecólogo y revelar tu intimidad frente a un desconocido, y más cuando no sabes nada de sexo y cosas de amar...
Después de las preguntas rutinarias sobre mi identidad y mi historial médico, vienen las preguntas más íntimas. ¿Tienes sexo frecuente? El rubor sube a mis mejillas y confieso que todavía soy virgen. No te preocupes, a los 19 no es raro, la gente piensa que todo el mundo tiene sexo a los 15, pero eso no es cierto. Sus palabras me tranquilizan, su voz es muy suave y agradable, su sonrisa tranquilizadora, que linda es.
Ven conmigo. La sigo a la habitación de al lado, un gran espejo, pequeños muebles modernos, una mesa de examen, un taburete con ruedas y un armario lleno de instrumentos extraños, hace calor, la habitación está demasiado caliente. ¡Desnúdate! . Puedes poner tu ropa en el caballete.
Me da la espalda y coloca una hoja de papel en la mesa de examen, me mira y sonríe. Si quieres que te examine, también tendrás que quitarte la ropa interior. Aparto la mirada y me doy la vuelta, avergonzada, me quito el sostén y luego mis braguitas blancas de algodón. Lentamente se acerca a mí, pone sus manos sobre mis hombros y me dice tranquilizadora, no te preocupes que va a estar bien, ya verás y no duele.
¿Te acaricias a menudo?
A veces no sé dónde poner mis pechos.
¿Y tu pubis?
Algunas veces también.
¿Algunas veces significa una vez al día? ¿Una vez por semana? ¿Una vez al mes?
Dos o tres veces por semana, dependiendo de la semana.
Bueno, voy a comenzar con tus senos y te mostraré cómo mirarlos. Me pide que me acerque al espejo, se para detrás de mí, desliza sus manos sobre mis hombros y acaricia suavemente la parte inferior de mis senos. Su piel es cálida y suave, pesa mis pechos, da vueltas. La reacción es inmediata mis púas se levantan, un escalofrío recorre mi cuerpo. Me mira en el espejo, me da vergüenza, pero es tan agradable y además es doctora, es su trabajo, está acostumbrada, este pensamiento me relaja. Sus dedos hasta mis puntas ya tan tensos. Verás, me dijo tal, hay que tocar por todas partes y pellizcar para asegurarse de que no haya crecimientos anormales, y adaptando la acción a la palabra ella estira mis extremos sensibles. Un pequeño gemido escapa de mi boca, mis ojos empiezan a brillar, mi polla a mojarse, estoy bien. Su cálido aliento en mi cuello se acelera como el mío. Siento su pecho presionado levemente contra mi espalda, debe ser como el mío, pequeño pero firme.
De repente me suelta y va a la mesa de examen, Ve a acostarte boca arriba. cumplo Me agarra la pierna derecha, la coloca en el estribo, luego la izquierda. Curiosamente estoy bien ella me puso en confianza. Se pone los guantes de látex y comienza su examen suavemente. Siento que mi polla se lubrica, quiero que me acaricie, quiero correrme, pero ¿cómo es eso posible? Nunca había sentido eso, y más con otra mujer.
Suena el teléfono, ella se levanta y va a contestar.
Sí... son 5 minutos... dile que espere...
Ella cuelga y se acerca a mí. Lo siento, una emergencia, todo y normal, no hace falta que tengas cejas.
La decepción se debe leer en mi rostro, me visto sin decir palabra, estoy triste. Se me acerca, me mira a los ojos, me sonríe y me dice: El próximo viernes a las 6 de la tarde es su día libre y tú serás mi último paciente...
Está bien para el viernes.
finalmente volvió la sonrisa y el corazón ligero, siento que el tiempo será largo hasta el viernes...