– Bueno, es hora de irse, obviamente pagaré la cuenta ya que aún trabajamos.
-Gracias señora.
Ella paga y volvemos a la oficina. Se sentará con las piernas juntas. Me siento, abriendo un poco mis piernas para que ella vea la enorme mancha que ensucia mi tanga. Una vez sentada, aprieto las piernas, ella me mira.
–¿Puedo darte un consejo, Lea?
-Por supuesto señora.
–Léa, no sé si es resultado de nuestra conversación, pero veo que tu hilo está muy mojado, debe ser muy desagradable, deberías cambiarlo.
Este comentario me sorprende, soy rojo escarlata, pero mantengo la calma.
-No tengo otros.
“Bueno, quítatelo y haz como yo, no te lo pongas.
"¿No estás usando bragas?"
– Ni braguitas, ni tangas, nada, me encanta tener los glúteos libres, puedes comprobarlo.
Abre un poco las piernas, asombrada, no tiene nada debajo de la falda. Supe desde el principio que no llevaba sostén, pero tampoco bragas, esa es la primera vez.
-Es una idea.
Tomando una locura repentina, levanto mis nalgas de mi silla, mi falda hasta la cintura, mis manos en mi tanga y la arrastro hasta mis rodillas. Una vez sentada, puse mi tanga debajo de mi rodilla izquierda y separé mi pierna, deslizándola hasta mi tobillo, abriendo mis muslos frente a ella. Repito la misma maniobra para la pierna derecha. Me levanto para reajustar mi falda, me siento sin apretar las piernas del todo, para que ella tenga una vista despejada de mi vulva brillando con jugo de amor. La mirada de Charlotte no dejó mi entrepierna. Me mira directamente a los ojos, sus piernas están un poco más separadas. También noto que su pene brilla más de lo normal. Tomo mi bolso para esconder mi cuerda.
–¿Te gustaría venir a mi lado con tu tanga de Léa?
-Por supuesto señora.
Me levanto y me pongo justo al lado de su tanga en la mano. Ella lo toma, me mira.
-Puedo ?
No contesto, no sé lo que quiere. Todavía me mira y se lo lleva a la nariz.
–El olor es interesante, agradable y muy interesante, me encanta.
No sé qué hacer ni decir, estoy congelada, mi jefe me huele las bragas, estoy alucinando. Saca un cajón y lo mete.
–Oler de vez en cuando.
Ella me muestra su mano.
-Puedo ?
No tengo tiempo para responder que una mano que aterriza en mi glúteo izquierdo, salto.
"¿Te importa mi mano?"
– Absolutamente no, todo lo contrario, haz lo que quieras.
La mano se mueve entre mis nalgas de una a otra, acariciándolas alternativamente. Me mira fijamente a los ojos mientras continúa con sus caricias.
– Es cierto que la piel de tus glúteos es suave, me gustaría ir un poco más allá, me gustaría comprobar todo lo que me has contado, ¿podrías introducirme en el safismo?
Mi corazón estalla, por fin podré darle placer a este magnífico cuerpo, a esta mujer que amo.
–Claro que puedo introducirte al safismo, lo he estado soñando desde que te vi.
“Lo supe desde el principio, así que soy el objeto de tu tormento.
– Sí, eres tú.
-Ahora, me conoces y me llamas Charlotte, incluso en público, sigo oliendo tu tanga y acariciando tus nalgas, y somos bastante colaboradoras en eso. Después de nuestro cara a cara en el restaurante, nadie se sorprenderá y será más fácil para nosotros. Y luego, la familiaridad es una tradición del transporte por carretera.
-Vale, nos conocemos.
-Bueno, es obvio que no podrás iniciarme aquí, vienes a mi casa esta noche, a menos que tengas algo más que hacer.
“¿Estás bromeando? Estaré en tu casa inmediatamente después de ducharme y cambiarme.
– Ok, pero cada uno en su carro, y no se olviden de llevar algo de cambio para mañana, mi cama es muy cómoda, sobre todo para dos personas.
-Claro.
Estoy a punto de volver a mi oficina cuando una mano vuelve a posarse en mi trasero y lo acaricia. Me coloco para que ella tenga acceso a ambos sin problema, me levanta un poco la falda y palpa mis nalgas con ambas manos. Los pesa, los acaricia, los unta, los mezcla. Sus manos se aventuran en mis caderas, avanza un poco más, sube sobre mi vientre, baja sobre mi monte de Venus y sale a la altura de la ingle para bajar por mis piernas, sube por dentro, vuelve sobre mis glúteos y termina. levantándome la falda. Dos labios se acercan para depositar un beso en cada uno de ellos. Estoy al borde del orgasmo, mi corazón late a doscientos.
– El resto esta noche, tienes que trabajar.
Camino de regreso a mi oficina vacilante, mis piernas tiemblan. Llegado a mi oficina, me siento con las piernas bien separadas, para que ella pueda ver a mi gatita leyendo, pero las aprieto una vez sentada dejándolas apenas abiertas para que no parezca obsceno. Ella hace lo mismo, lo que me permite ver que no tiene pelo y está bronceada.
– ¿Eres naturista?
-Sí, como tú hasta donde pude ver.
-Sí yo también.
Durante toda la tarde me dedico a llevarle documentos, que le permiten acariciar mis nalgas o deslizar su mano dentro de mi muslo, sin subir demasiado, sobre mi pubis, sin bajar sobre el clítoris pero no toco ella, no puedo, eso sería demasiado obvio. Sus caricias me excitan enormemente, tanto que de vez en cuando tengo que limpiarme la entrepierna bajo la mirada interesada y divertida de Charlotte. No veo la hora de estar en sus brazos, acariciarla, saborearla, beberla. Una pregunta atormenta mi mente, termino preguntándole.
“Dijiste en la mesa que últimamente tenías una pequeña punzada en el corazón por una mujer, ¿la conozco?
"Chica inteligente, ¿estás pensando en alguien en particular?"
– No particularmente, pero espero que sí.
– Pues sí, estaba hablando de ti, cómo no me voy a fijar en un bombón como tú. Estabas vestida con una falda recta que moldeaba tus hermosos glúteos y un corpiño blanco ligeramente traslúcido que no ocultaba mucho de tu pecho envuelto en un sencillo balcón, estabas cachonda. Quería abrazarte, pero solo duró unos segundos.
“Lástima que no lo hiciste, porque me enamoré de ti tan pronto como te vi.
–Lo sé, me di cuenta enseguida, pero yo no estaba en este viaje, acababa de llegar, tuve que imponerme, incluso exageré mi frialdad por vivir de ti.
"Entonces, ¿por qué me tomaste como tu asistente?"
–Porque en vista de tu diploma y de tu trabajo, pensé que debías ser el mejor en este puesto, y luego también porque comenzaba a mirarte de otra manera. Es por eso que provoqué esta discusión a la hora del almuerzo.
Finalmente llega el final de la jornada laboral, corro a mi auto para prepararme en casa. Me ducho, me maquillo, me arreglo y me pongo una minifalda plisada y un corpiño, todo sin ropa interior. Tres cuartos de hora después, estoy frente a su casa. Tengo fiebre, tiemblo de impaciencia, me obligo a no correr a su puerta. Llegué al frente, llamo, la puerta se abre instantáneamente (para creer que me estaba esperando detrás), sobre una Charlotte en minifalda y remera ajustada. Su falda apenas le cubre las nalgas y la camiseta resalta sus magníficos pechos.
-Bienvenido a casa, pasa.
-Con alegría.
Quiero tomarla en mis brazos, cubrirla de besos, pero su actitud me hace entender que no hay que apresurarse. Me guía a la sala, me planta en el medio y se queda frente a mí. La miro, doy un paso adelante y coloco mi mano derecha en su mejilla. Ella inclina la cabeza imperceptiblemente. Mi mano acaricia su mejilla, baja por su cuello, rápidamente se une a la otra en sus hombros. Bajan a su pecho, cada mano envuelve suavemente un pecho a través de la tela. Son muy firmes. Cuando mis pulgares le hacen cosquillas a sus pezones ya erectos, la siento temblar un poco. Mis manos descienden a lo largo de su cuerpo para aterrizar en sus nalgas. Ellos también son altos y firmes. Después de unos segundos de caricias, la suelto y doy un paso atrás. La miro. Ella da un paso adelante, una mano llega a mi mejilla izquierda y baja a mi cuello. Otra mano se une a ella sobre mis hombros, acarician mis senos por un momento, haciéndome cosquillas en los pezones, bajan por mi cuerpo para halagar mis glúteos. Charlotte da un paso atrás. Estoy licuado, siento que mi jugo de amor corre por mis piernas.
-Desnudarme.
Tomo su camiseta de abajo y lentamente la paso por su cabeza, quiero descubrirla lentamente. Me inclino para colocar un beso en cada pecho, lo que la hace estremecerse. La falda se cae sola una vez que bajo la cremallera y tiro un poco hacia abajo. Se sienta a horcajadas sobre ella para liberarla, me arrodillo para colgarla sin olvidar volver a besar su pubis sin pelo y suave, un dulce olor a jugo de amor me hace cosquillas en la nariz, me tiene un poco excitado. Una vez que pongo su falda en el sofá, me detengo a un metro de ella. La miro, es realmente hermosa, pero lo que más me gusta es su pubis regordete con un sexo bien formado con unos labios pequeños y finos de los que sale un botoncito que me atrae.
-A ti ahora.
Se acerca a desabrocharme el corpiño botón tras botón tomándose su tiempo, libera el seno izquierdo, besa el pezón, libera el izquierdo, lo besa también y me quita el corpiño deslizándolo hacia abajo. Mi falda también se cae sola una vez bajada la cremallera, nuevamente, ella me imita besando mi pubis. Centraliza nuestras cosas para ponerlas en un sillón y vuelve a plantarse frente a mí. Entiendo que tengo que tomar la iniciativa. La tomo de la mano y la llevo a acostarse boca arriba en el sofá. Coloco sus piernas juntas, brazos a lo largo del cuerpo apoyado en ella. Ella cierra los ojos. Mi boca aterriza furtivamente sobre la suya en un beso robado y continúa vagando por el resto de su cuerpo. No olvido ningún rincón de este magnífico cuerpo que comienza a vibrar bajo mis besos, hombros, cuello, senos, torso, estómago, ingles, muslos, piernas, pies, sólo se abandona el sexo. Cuando me pongo de pie, abro ligeramente sus piernas para subir por su cuerpo, cuidando el interior de sus piernas.
- Oh si si.
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