Azotado, finalmente...
Monsieur ha tomado la encantadora costumbre de venir a verme los viernes antes de la hora de cierre para hablar de esto y aquello. Se sienta en el borde de mi escritorio, disfrutando de su posición elevada. Me desabro el nudo del corpiño, desabrocho tres botones, me abro la blusa para que ella admire mis tetas y le devuelvo la sonrisa. Esa noche, es todo sonrisas cuando aterriza en mi mesa de trabajo.
- Anne Charlotte, mañana por la noche haré que te azoten.
Instantáneamente mi escote se cubre de piel de gallina. No sé qué responder, así que le pregunto.
- Llevo el mismo vestido que la otra noche.
- No, ponte bonita y elegante, como para una velada con amigos, te prepararemos en el acto, y continúa.
“La reunión es a las diez. Te recogeré a las ocho y media.
Se levanta, y pasando por la puerta, se da la vuelta.
- ¡Ya verás que te irá muy bien!
Una vez que llegué a la villa, Monsieur me hizo pasar a un pequeño y bonito tocador, al estilo del siglo XVIII. Me señala una silla.
- Siéntate ahí, vendremos y te cuidaremos.
Llevo unos dos minutos esperando cuando se abre la puerta, dejando pasar una mesa de ruleta empujada por una guapa morena cincuentona, moldeada en una funda de encaje. Por lo que puedo juzgar, sus formas no tienen nada que envidiar a las mías. Y luego me recuerda a alguien, especialmente por su forma de andar y su cabello.
- Hola, yo te cuidaré.
- Gracias, creo que te he visto aquí antes, y sigo.
Tú fuiste el que fue crucificado y tratado a la luz de las velas.
- Sí que soy yo.
“Debe haber sido horrible.
“Sí, pero al día siguiente mi señor me cuidó. Una verdadera delicia, marca un pequeño silencio.
- Por cierto, llámame Helen.
- Y yo Anne Charlotte, o si lo quieres abreviar, Anne.
- Delight Anne, y ahora desnuda!
Desabrocho los botones superiores, Hélène desliza el vestido sobre mis hombros. Mi prenda me pasa por la cintura, fuerza un poco a la altura de las nalgas, y finalmente cae en corola alrededor de mis pies.
- Quítate la ropa interior, pero mantén las medias.
cumplo
- Eres bastante bien hecho, y bien dotado por naturaleza, te destaco.
Agarra un trozo de cuero y lo despliega.
- Date la vuelta te paso el corsé, levanta los brazos, por favor.
- Un corsé, ¿para qué?
- Te protegerá de un mal golpe, responde ella.
Pasa las pieles alrededor de mi cintura, ajusta algunas hebillas y luego tira de los cordones.
- ¡Ay, me asfixias!
- Pobrecito, espera a que te ajuste.
Ella aprieta un poco más.
- Eso es todo, es perfecto.
“Pero apenas puedo respirar.
- Muéveme un poco ese hermoso culo, ya verás.
Le obedezco y milagrosamente todo encaja. Me siento constreñido, pero no sofocado.
- Es verdad, me siento mejor.
- No te muevas, te engrapo las medias, me dice arrodillándose.
Me arregla las ligas por delante, siento su aliento en mi sexo. Luego hace lo mismo por detrás. Y de paso, me da un besito en el culo.
- Ponte los tacones y ven.
Abre una puerta doble que da acceso a un pequeño baño, de estilo acogedor. Me señala un sillón, frente a un espejo.
- Siéntate, te peinaré.
Comienza a peinar mi cabello, luego lo separa en tres largos mechones y los trenza en la parte superior de mi cabeza.
- Bueno, tienes una alfombra muy bonita.
- Para qué.
— Para sujetar la cabeza, verás, es más cómodo que un bozal o un arnés facial.
Me estremezco ante estos recuerdos. Desliza sus manos a ambos lados de mi cuello y ahueca mis tetas.
- Son magníficos, y además tienes unas areolas grandes.
— Son demasiado grandes y se caen.
- Claro que no, son hermosos pechos maduros, muy pesados, pera. Deben estar moviéndose bien bajo el veloz, y ella continúa.
"Levántate y admírate a ti mismo".
Mi corsé arquea mi espalda, levantando mi trasero y estirando mis muslos. Me giro y miro mi trasero en el espejo. El cuero está mellado y libera mis nalgas a mis riñones. No hay necesidad de hacer la pregunta de qué interesará a mis verdugos. De frente, mis pechos se desbordan sobre el cuero, y se mueven suavemente, acompañando mis movimientos. Es cierto que el corsé me queda bien y resalta mis formas maduras.
¿Qué pasa si fui hecho para ser un sumiso y vivir en una cincha de cintura y medias, la rabadilla y los pucheros disponibles para mi amo?
- HM hm…
- Disculpe, estaba soñando.
- Todavía tengo que preguntarte eso, dice Helen, presentándome, un capullo de rosa, del tamaño de tres de mis dedos.
- Por qué ?
- Si te azotan en el pene, una tanga puede lastimarte el perineo, o bajarlo. Abre la boca y saliva para humedecerla.
Abro mis mandíbulas y ella empuja el objeto de metal entre mis labios.
- Eso está bien, date la vuelta y abre las nalgas.
Le obedezco, y le ofrezco mi rosetón con ambas manos.
No se ha usado mucho.
"Monsieur todavía me está lastimando de esa manera".
Ella presenta la aceituna puntiaguda a mi entrada estrecha, y empuja.
- No pasa, estás tenso.
- No puedo evitarlo, tengo miedo al dolor.
- No te preocupes, inclínate y vuelve a abrir.
Un hilo húmedo fluye en mi despedida particular, se acumula en el hueco de mi estrella bistre, luego se desborda en mi perineo.
Siento una caricia húmeda en mi cráter, luego dos labios que se posan en mi clavel. Empuja contra mi ano, que se abre. Un lenguaje reptiliano lo envuelve. Lo recibo con alegría. Es como una serpiente hurgando en mi recto. Es delicioso.
Pero todos los placeres llegan a su fin, y esta lengua tierna se retira, dejando mi ano entreabierto. Hélène lo aprovecha, y Plop, se acabó
- Lo que me acabas de hacer, estaba demasiado bueno.
- Gracias, pero es cierto que se me dan bien las hojas de rosa.
- ¿No tenías miedo de que estuviera sucio?
- No, seguro que tu amo requiere una higiene impecable, es mejor para juegos íntimos. ¿Cómo te limpias?
— Monsieur me dio una cánula que se enchufa en lugar del cabezal de la ducha.
— Deberías probar el té negro.
"¿Té negro?"
— Sí, se prepara una infusión de té negro en una cacerola o en la tetera. Cuando está a la temperatura adecuada, llenas el bulbo del enema y lo metes directamente en el culo. Ya verás, tu ano será muy sabroso. Y querremos volver a poner nuestras lenguas allí.
Hace una pausa por un momento y continúa.
- Terminé de charlar cocina, debo terminar de prepararte.
Me muestra las esposas, el collar, la correa.
- Tus manos detrás de tu espalda, dice ella.
Y hace clic en las pulseras. Ella trae el collar a mi cuello.
- No por favor.
Pero esa es la regla.
"¡No tenías un collar la última vez!"
- Sí, mi amo me ata por los anillos de mi sexo.
- Por favor !
- ¡Pero no estás anillado!
Una pausa, y hurga en un cajón del sillón. Y ella saca dos alicates.
- Debería estar bien. Pero son demasiado pequeños para tus labios mayores. Me quedo con los pequeños, pero te va a doler.
Se arrodilla, abro las piernas, me busca, y me abre la vulva, desdobla mis ninfas y las estira. Siento el mordisco de pequeños dientes en mi carne íntima, suspiro.
- Te lastimé, pero no es nada comparado con lo que te espera.
"¿Qué me van a hacer?"
"Estás bien provisto por delante y por detrás". Creo que vamos a separarte y estirarte para mostrar tus nalgas, tus muslos y tu espalda baja. Y luego, vamos a jugar con tus hermosos senos.
- ¿Alicates?
- Sí.
- Pregúntame, por favor.
- Sí, me encantará juguetear y maltratar tus extremos.
Un silencio.
- Me ajusto esta máscara de encaje, y ella ata dos cuerdas en mi cuello.
- Mírate, eres sublime en la sumisión.
Me miro de perfil. A pesar de mis muslos carnosos, tengo unas piernas estupendas y, por encima de eso, mi culo arqueado es una verdadera llamada al látigo. Giro, solo puedo ver la correa y mi coño abierto rezumando. Me encuentro casi tan hermosa como Hélène cuando se ofreció a sus matones.
- Tenemos que irnos. Pasada esta puerta, no podrás volver atrás. Sea digno, honre al señor.
"Por favor, bésame.
Engancha mi colchoneta y me retuerce el cuello, desliza su lengua entre mis labios y acaricia los míos. Se unen. Me encanta este dulce beso lésbico. Luego da un paso atrás y abre la puerta doble.